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Bicentenario deMalacitana P. E. Boissier Acta Botanica 35.(1810-1885) 5-21 5 Málaga, 2010 EL VIAJE BOTÁNICO DE PIERRE EDMOND BOISSIER POR EL SUR DE ESPAÑA (1837) "Coger pinchos, medir sierras, y por gusto, no puede ser…"’ Antonio GONZÁLEZ BUENO Facultad de Farmacia Universidad Complutense. Madrid 28040 agbueno@farm.ucm.es Recibido el 10 de julio de 2010, aceptado para su publicación el 20 de septiembre de 2010 RESUMEN. El viaje botánico de Pierre Edmond Boissier por el sur de España. Coincidiendo con el 200 aniversario del nacimiento de Pierre-Edmond Boissier (1810-1885), presentamos un análisis de su primer viaje por el Sur de España, realizado en 1837: estudiamos los motivos que le impulsaron a llevarlo a cabo, la información que tuvo disponible, el viaje en sí y la publicación de sus resultados en la más señera de sus obras, el Voyage botanique dans le midi de l’Espagne… (París, 1839-1845). Palabras clave. Boissier, expediciones, Andalucía, siglo XIX. SUMMARY. The botanical trip of Pierre Edmond Boissier by the south of Spain. In the 200th anniversary of the birth of Pierre-Edmond Boissier (1810-1885) we analized his first trip to the south of Spain, made in 1837, the reasons that prompted him to carry out, the information available, the trip itself and the publication of their results in the most outstanding of his works, the Voyage botanique dans le midi de l’Espagne ... (Paris, 1839-1845). Key words. Boissier, expeditions, Andalusia, nineteenth century. Andalucía: una flora desconocida en un paisaje pintoresco El interés del ginebrino Pierre-Edmond Boissier (1810-1885), hijo de una acomodada familia de origen francés (De Candolle, 1885; Christ, 1888; Boissier, 1937; Briquet, 1940: 45-58; Burdet, 1979; Lièvre, 1994), por las tierras de Andalucía, estuvo larvado en su pensamiento durante años: “Attiré par de ciel doux et serein, par cette nature pittoresque, par cette physionomie toute particulière que les hommes et les choses conservent encore dans ce beau pays, j’avais en outre un intéret tout spécial à faire ce voyage…” (Boissier, 18391845, 1: 3); un interés plenamente imbuido de la mentalidad romántica con que otros muchos europeos ‘descubren’ Andalucía pero que, en el caso de este viajero, tiene otros horizontes: “celui d’une exploration scientifique qui me promettait des résultats nouveaux et curieux…” (Boissier, 1839-1845, 1: 3). 6 La elección de Andalucía como territorio de estudio parece ser una decisión consensuada entre Edmond Boissier y quien fuera su mentor botánico, Augustin-Pyrame De Candolle (17781841) y, probablemente, subyacente a ella se encuentra el viaje realizado por Edmond Boissier a París, en el invierno de 1831 a 1832, cuyo objeto principal fue estudiar la colección de plantas andaluzas de Philip-Barker Webb (1793-1854), inéditas en el momento que relatamos; un comentario del naturalista Konrad-Hermann Christ (1833-1933), uno de los primeros biógrafos de Pierre-Edmond Boissier, buen conocedor de su obra y de su personalidad, parece ponerlo de manifiesto: “Après avoir terminé ses études à Genève, il alla à Paris; et c’est peut-être sur le conseil de Philippe Barker Webb (…) qu’il dirigea ses regards vers l’Espagne. Webb avait parcouru déjà depuis 1826 le royaume de Grenade et y avait formé un herbier considérable, mais n’avait rien publié encore, et Alph. De Candolle pense qu’il peut bien avoir déterminé Boissier à étudier à fond ce pays alors presque vierge. Webb n’ayant consigné le résultat de ses travaux que dans deux publications très restreintes: Iter Hispaniense [Webb, 1838], et Otia Hispanica [Webb, 1839], abandonna à Boissier la totalité de ses matériaux…” (Christ, 1888: II). El propio Boissier reconocerá la deuda moral contraída con Webb: “M. Philippe Barker-Webb (…) avait commencé à consigner ses observations et ses descouvertes dans deux ouvrages (…) publiés peu de semaines après mon Elenchus [Boissier 1838b]. Malgré une espèce de rivalité qui devait exister entre deux botanistes s’occupant du méme sujet, cet excellent homme s’est empressé, avec une générosité parfaite, de me confier ses matériaux, dont l’examen á non-seulement enrichi mon catalogue de mainte espèce intéressante, mais m’a permis d’établir entre nos publications une synonymis rigoureuse…” (Boissier, 1839-1845, 1: IX). Y el testimonio de Philip-Barker Webb reafirma el comentario del ginebrino: “I have been enable A. González Bueno to examine, M. Edmond Boissier of Geneva last of all in 1837 has carefully explored the whole kingdom of Grenada, and the botanical world will in a short time profit by the results of his interesting investigations, concerning which a short notice has already appeared in the Bibliothèque universelle of Geneva [Boissier, 1838a], and the compositae in the Prodromus of Professor de Candolle (De Candolle, 1838). As soon as I received these works I changed the names which I had previously given to many of the species therein described…” (Webb, 1838: II). Edmond Boissier afronta la realidad española desde dos lecturas a las que hace reiterada alusión en su Voyage…: el ‘Quijote’ y los textos de George-Gordon Byron (17881824); no cabe duda del carácter científico que late tras su expedición, pero en sus comentarios sobre los tipos y costumbres se revela un oculto deseo de encontrar el color -y el calor- del Oriente lejano, la perdurabilidad de unas primitivas trazas árabes pervivientes en el paisaje -y en el paisanaje- de las tierras que encuentra a su paso. “Allí está la Morería, disait mon guide en me montrant avec un geste de mépris et d’insouciance cette terre curieuse et si peu connue qui occupait vivement non imagination…” (Boissier, 1839-1845, 1: 54). Consciente de la dificultad de comunicación que le supondría no conocer la lengua castellana, se formó en ella; su primera inmersión lingüística la tuvo con un grupo de ‘migueletes’ a los que conoció en su travesía con destino a España: “j’entame la conversation avec eux pour commencer á mettre en practique mes connaissances en espagnol: ils me comprenet, mas je n’entends quère leur langue qui a plus de rapport avec les patois du midi de la France qu’avec le castillan…” (Boissier, 1839-1845, 1: 8). No viaja solo; a lo largo de su íter nos presentará a “Mon domestique, Suise robuste, au muscle développés…” (Boissier, 1839-1845, 1: 138), su fiel David Ravey, “homme devoue, Bicentenario de P. E. Boissier (1810-1885) energique et doue du bon sens qui distinguait le paysan vaudois d’autrefois” (Christ, 1888: III) con quien volvería a herborizar en España durante los veranos de 1878 y 1879 (Leresche & Levier, 1880 [1881]); y, como es costumbre, a lo largo del camino contratará guías locales que le ayuden en su peregrinar. Sus pasos se dirigieron al viejo Reino de Granada, “Ce fut ce pays presqu’entièrement neuf…”, escribirá en su texto, aunque –en nota- se mostrará conocedor de los trabajos emprendidos con anterioridad a su viaje: “Il fut exploré, il est vrai, en 1804 et 1805, par don Simon de Roxas Clemente (…) Rien n’est connu de son voyage, á l’exception de quelques plantes décrites dans la brochure de Lagasca [La Gasca, 1816], et de quelques déterminations trigonométriques de hauteurs, consignées pour la plupart dans son Ensayo [Clemente, 1807]. Avant Clemente, le minéralogiste Thalacker avait gravi la Sierra Nevada, et en avait rapporté une trentaine d’espèces, qu’il déposa dans l’herbier de Cavanilles, et que Lagasca et Rodriguez décrivirent en commun dans les Anales de las Ciencias Naturales, nov. 1802 [La Gasca & Rodríguez, 1802]. Pendant la guerre de l’indépendance, M. Bory de St. Vicent fit una expédition militaire de quelques jours dans les mémes montagnes, et donna plus tard, dans les Annales générales de Bruxelles [Bory, 1820], une florule de 164 espèces qui sont malheureusement décrites incomplétement et méconnaissables (…). Enfin, M. Webb, en 1827, et M. Rambur (…) en 1834, visitèrent chacun diverses parties du royaume de Grenade (…) mais n’avaient rien publié ni l’un ni l’autre à l’epoque de mon voyage” (Boissier, 18391845, 1: 5). En su mente está visitar Andalucía en la primavera de 1836, pero un triste acontecimiento familiar, la muerte de su madre, Auguste Butini, retrasará su partida. El proyecto, largamente acariciado, se hizo realidad un año después, en la primavera de 1837 (Beauverd, 1937; RivasMartínez, 1965; Jiménez, 1983; Blanca, 1987; 7 Cabezudo, 1987; Boissier, 1995). Tras ésta, su primera estancia en tierras andaluzas, a la que dedicaremos nuestra atención, Boissier siguió interesado en la flora hispana. En 1841 envió a su colaborador George-Francois Reuter (1805-1872), a herborizar por el centro-norte de la Península; en alguna medida, intentaba completar la expedición ‘dans le midi de l’Espagne’ desarrollada en 1837; los resultados botánicos de este viaje fueron presentados, de manera conjunta, por Edmond Boissier y George Reuter, en sus Diagnoses plantarum novarum Hispanicarum…(Boissier & Reuter, 1842) y un análisis sumario de la vegetación vio la luz en un artículo publicado por George Reuter en las Mémoires de la Societé de Physique et d’Histoire Naturelle de Genève (Reuter, 1843). En 1849 viajará, junto a su mujer, Lucile Butini, y su fiel George Reuter, por el sur de España y el norte de África; un viaje trágico en el que su esposa habría de fallecer, en Granada, un 8 de julio, de fiebres coléricas; lo más selecto de este viaje quedará reflejado en el Pugillus plantarum novarum… publicado por Edmond Boissier y George Reuter (Boissier & Reuter, 1852). Tardará en regresar a España, lo hará en 1858; entonces recorrerá Madrid, Alicante, Barcelona y los Pirineos. En 1865, desde Perpignan, volverá a hoyar suelo español, visitará Gerona, Barcelona, Valencia, Elche, Alicante, Cartagena, Madrid, Guadarrama, Segovia y Burgos. Dentro de una expedición centrada en territorio francés, en 1868, herborizará en el norte de la Península (Asturias, Pirineos, Burgos). A Andalucía tornará, en una breve estancia, en el verano de 1877. Acompañado de Louis-François Leresche (1808-1885) y Émile Levier (1839-1911) recorrerá el norte y centro de la Península ibérica durante los años 1878 y 1879 (Cantabria, Asturias, Galicia, Portugal, Madrid) (Leresche & Levier, 1880 [1881]). Y aún en 1881, con más de setenta años, emprenderá un último viaje hispano, junto a Louis Leresche, William Barbey-Boissier 8 (1842-1914) y Emile Burnat (1828-1920), por Valencia y las Baleares (Burnat & Barbey, 1883). Su nieto, Edmond Boissier, recordará, con ocasión del centenario de su primer viaje por Andalucía: “L’Espagne fut toujours sa terre de prédilection (…) Dans ses conversations avec son fils qui l’accompagna dans l’un de ses voyages, les souvenirs d’Espagne étaient frequemment évoques, et malgre le triste événement qui avait assombré son second séjour à Grenade, son affection pour ce pays n’avait point été refroide…” (Boissier, 1937: 8). Andalucía: primavera / verano de 1837 Avanzado el mes de marzo de 1837, el joven Edmond Boissier, a punto de cumplir sus veintiocho años, sale de Ginebra con destino a Andalucía; inicia su viaje por tierra, atraviesa Lyon y, en Marsella, en la tarde del 1 de abril, embarca en el vapor La Phocéen, con él atraca en el puerto de Valencia; una visita al erudito historiador Édouard Gauttier d’Arc (17991843), cónsul de Francia en Valencia que antes había desempeñado el vice-consulado de su país en Nápoles y Grecia, le pone al corriente de la situación, nada tranquilizadora, por la que atraviesa el país como consecuencia de la I Guerra Carlista, “je passai neuf à dix jours dans cette ville, privé, à mon grand regret, d’en parcourir les environs…” (Boissier, 1839-1845, 1: 13). Un laúd que, en dirección a Cádiz, partía del Grao valenciano, le sirvió como vía de escape hacia tierras andaluzas; una parada en las cercanías de Ifach le permiten “herboriser sur le premier point du sol espagnol où je pusse observer une végétation spontanée” (Boissier, 1839-1845, 1: 18); una pequeña cistácea, Helianthemum caput-felis Boiss., fue su primer hallazgo botánico en tierras hispanas; “je fis une herborisation magnifique” escribirá antes de volver a emprender viaje en su falucho al que los malos vientos hicieron recalar en Altea A. González Bueno un par de días. Con soplo de levante alcanzan las costas meridionales de la Península; los tonos rojizos de los acantilados del Cabo de Gata llaman poderosamente su atención, los altos de las Sierra de Gádor le anuncian la proximidad de su ansiada Sierra Nevada. En Motril, el laúd desembarca parte de su carga de pasta de cerámica -tierra de pipa-, y con ella ponen pie en tierras andaluzas Pierre Boissier y David Ravey. En las proximidades de Motril recoge “les prémices de la flore Bétique, que je recueillis pendant une herborisation de deux heures seulement”: Ononis sicula Guss., Leobordea lupinifolia Boiss. y un buen ramillete de plantas con las que parte hacia Salobreña, desde cuyo puerto embarcará con destino a Málaga; las adversas condiciones de la mar le hacen recalar en Velilla, donde opta por continuar su camino por tierra: “cette fois ma patience était à bout, et, laissant mon bagage sur le felouque, je me décidai á faire le reste de la route par terre, en compagnie d’un hidalgo de Velez, mon compagnon de voyage…” (Boissier, 18391845, 1: 28). Su itinerario le hace descansar en Almuñécar, atravesar Nerja, pernoctar en Vélez y, tras dos días de marcha, alcanzar Málaga. La ciudad de Málaga le recibe en plenas fiestas, pese a lo cual logra un cómodo hospedaje, la ‘Fonda de la Esperanza’, “un des meilleurs hótels d’Espagne, où je retrouvai, non sans plaisir, toutes ces petites confortabilités de la vie civilisée dont on ne sent tout le mérite qu’après en avoir été longtemps privé…” (Boissier, 1839-1845, 1: 33). Los primeros días de su estancia malagueña los emplea en justificar -no con mucho éxito- sus existencias de papel de herbario, entendidas como operación de contrabando por los empleados de la aduana; pero no todo habrían de ser adversidades: “… ce fut une bonne fortune pour moi que de faire la connaissance de don Félix Haenseler (…) [él] avait depuis quelques années négligé son étude favorite, mais la présence d’un botaniste lui redonna une nouvelle ardeur, et je ne Bicentenario de P. E. Boissier (1810-1885) puis lui témoigner assez de reconnaissance pour les indications et les directions que sa parfaite connaissance du pays lui permettait de me donner…” (Boissier, 1839-1845, 1: 36). Edmond Boissier no encontró a Félix Haenseler (1767-1841) en el mejor momento de su vida; este boticario de origen bávaro, nacionalizado español, arrastraba, al menos desde finales de 1821, una marcada dependencia alcohólica y una penuria económica que le había llevado a vender parte de su biblioteca al boticario malagueño Vicente Navarro; su vida se extinguiría a los pocos años de ser visitado por Boissier (González Bueno, 1987); pero conservaba aún, aparte de su memoria, el más preciado de sus tesoros, “Un herbier, qu’il avait formé autrefoi, m’a été de la plus gran utilité, et c’est d’après cette collection que je cite (…) bon nombre d’espèces des environs de Malaga que je n’ai pas trouvées moi-méme...” (Boissier, 1839-1845, 1: 36); un herbario en el que Boissier buceó con plena libertad; allí, entre las recolecciones realizadas en Sierra Bermeja, localizó las ramas de una conífera que llamaron su atención, la carencia de frutos le impidió determinar el género de la planta, pero las descripciones de Haenseler le llevaron a ubicarlo como próximo a un Abies L.; el boticario le proporcionó el nombre vulgar, ‘pinsapo’; desde aquel día, que el propio Boissier fija en abril de éste 1837 (Boissier, 1838a: 401), la visita a Sierra Bermeja resultaba obligada. Félix Haenseler no fue el único botánico malagueño con quien Boissier trabará contacto; también conoció a Pablo Prolongo (1806-1885), “jeune homme pleine d’avenir et d’inteligence, qui voulut bien s’associer de coeur á mes recherches et m’a puissamment aidé par ses communications, soit pendant mon voyage, soit depuis mon retour…” (Boissier, 1839-1845, 1: 36-37). Los primeros días de mayo los emplea Boissier en pequeñas herborizaciones por las cercanías de la ciudad, bien solo bien 9 acompañado por Haenseler o Prolongo: Cerro Colorado, Cerro de San Antón o El Palo serán topónimos frecuentes en sus pliegos de herbario. Luego emprende una excursión por el litoral y las montañas de Ronda; “J’achetai un mulet robuste pour porter mon papier á dessécher les plantes et le peu de bagage que j’avais avec moi...”, viaja acompañado de un vecino de la Axarquía “nommé Antonio, veritable type du paysan andalou: babillard, plaisant, chantant des coplitas tout le long de la route, et toujours gai, excepté quand je m’en faisais suivre sur les montagnes, qu’íl avait dans sainte horreur…” (Boissier, 1839-1845, 1: 41). Juntos parten de Málaga en la mañana del 11 de mayo, “vétus à la mode du pays, le sombrero pointu sur le téte, la giberne à la ceinture, et l’escopette sur l’épaule. Ce costume (…) es très-commode, en ce qu’il permet de parcourir la pays sans exciter la curiosité…” (Boissier, 1839-1845, 1: 41); pasan por Alahurín, donde descansan en una posada que no es de su agrado y cuyos ‘nacimientos’ herborizan con atención; a través de la Cañada del Infierno acceden a la Sierra de Mijas, cuya visita le había sido expresamente recomendada por Haenseler, “Je jouissance pleinement, dans cette herborisation, du plaisir si vif de la découverte, jouissance qui devait se renouveler et varier dans chacune de mes excursions en Andalousie, et qui est inconnue dans les contrées de l’Europe centrale, où chaque pouce de terrain a été visité et étudié par les botanistes…” (Boissier, 1839-1845, 1: 44). Tras enviar los materiales recolectados a Málaga, emprende camino hacia Coín, alcanzan la población el 14 de mayo, prosiguen por Monda y Ojén, pasan a Marbella y, de allí, a Estepona, donde pernoctan, a la espera de iniciar, en la mañana del 15, la subida a los pinsapares de Sierra Bermeja en busca de los ansiados conos de pinsapos, ausentes en los materiales de Haenseler; no los consigue, habría que esperar a septiembre; Boissier regresa a Estepona “á dix heures du soir, fatigué d’une journée longue et pénible, mais fort content de 10 ses résultats” (Boissier, 1839-1845, 1: 55). Su primera intención es dirigirse, por la costa, hasta Gibraltar, y ascender desde allí a Ronda; pero la proximidad de la feria rondeña, “véritable solemnité pour les habitants de l’Andalousie”, les hacen encaminarse directamente a la Serranía, viajan acompañados de un rondeño que les sirve de guía, lo que les permite adentrase en su dédalo de montañas y valles; atraviesan Igualeja, entre un bosque de alcornoques y castaños y, sin más paradas, alcanzan Ronda, hundida ya en la noche; gracias a un casual encuentro con algunos de sus conocidos malagueños, consiguen hospedaje en casa de un honesto escribano que alquila parte de sus habitaciones en los días de feria; el paisaje rondeño le parece ‘sublime’, pero la fiesta de toros no consigue atraerle, y eso que tuvo la oportunidad de disfrutar del arte de ‘Paquiro’, Francisco Montes Reina (1805-1851), cuya Tauromaquia completa, o sea El arte de torear en plaza, tanto a pie como a caballo… (Madrid: [Imp. de D. José Maria Repullés], 1836), que acababa de salir al mercado editorial, conoce: “Il est rempli d’une érudition et de un luxe incroyable de termes techniques…” (Boissier, 1839-1845, 1: 62). En su mente está ascender a la Sierra de la Nieve, “mais une indisposition me fit perdre quelques jours, et como le temps me pressait je fus obligé de prendre le chemin de Gibraltar…” (Boissier, 1839-1845, 1: 63), acompañando a una caravana de serranos que se dirigen a la costa. Su ritmo lento, marcado por la continua herborización, le hace abandonar pronto la compañía con la que salió de Ronda; atraviesa Atajate [Atayate], Algatocín, Benarrabá, Benalauria y Gaucín, donde pernoctan; seguirán camino por el valle del Guadiaro hasta llegar a una fonda próxima a San Roque, allí pasan la noche; a las puertas mismas de Gibraltar. “Je fus obligé (…) de pendre une licencia qui me coúta quarante francs, impót abusif et mal établi…” (Boissier, 1839-1845, 1: 66) pero que le permite, no sin otras dificultades A. González Bueno burocráticas, herborizar en tierras gibraltareñas; “Les lettres de recommandations que j’avais pour Gibraltar m’y firent accueillir avec une cordialité et une hospitalité dont je conserverai un précieux souvenir; je trouvai toutes les facilités nécessaires pour mes excursions…” (Boissier, 1839-1845, 1: 69), acompañado de un sargento de artillería, que hace las veces de cicerone, recorre los escarpes de la Roca, logra ver los monos gibraltareños y recoge algunas plantas de interés: Silene gibraltarica Boiss., Cerastium gibraltaricum Boiss., Ononis gibraltarica Boiss., etc. El 5 de junio parte del ‘oasis civilisée’ que considera Gibraltar y renueva su duro viaje por las tierras hispanas; podría haber elegido el vapor que, en una sola noche, le hubiera llevado a Málaga, pero opta por volver por tierra, deseoso de herborizar en Sierra Bermeja; acompañado por Antonio, a quien había dejado en la Línea [la Liña], durante su íter gibraltareño, emprende camino por la costa, “J’ai rarement fait une route aussi désagréable (…) et l’on ne saurait se figurer á quel point un tel terrain est fatigant par une brùlante journée d’été….” (Boissier, 18391845, 1: 73), atraviesan San Roque, almuerzan en una venta próxima a Guadiaro y pernoctan en Estepona. Al día siguiente, acompañado de ‘Trompoviejo’, un guarda forestal, emprende, de nuevo, camino hacia Sierra Bermeja; la expedición es fructífera: Serratula baetica Boiss., Arenaria capillipes Boiss. o Phalangium baeticum Boiss. pasarán, desde entonces, a recibir estas denominaciones botánicas. Descasarán esa noche en Monda; su deseo es trasladarse a Tolox y herborizar en la Sierra de la Nieve, pero la falta de papel para desecar las plantas le hacen retornar a Málaga; un viaje que realiza por Alahurín y la Sierra de Mijas. Alcanza la ciudad de Málaga el 10 de junio, “apreés un voyage d’un mois à peu pres, dont je rapportais de riches récoltes….” (Boissier, 1839-1845, 1: 76); empleará los siguientes días en ordenar sus materiales y herborizar en Bicentenario de P. E. Boissier (1810-1885) las proximidades de la ciudad; pero por poco tiempo, las altas cimas de la sierra granadina le esperan. El 18 de junio, de buena mañana, Edmond Boissier se encuentra en Vélez, camino de Sierra Tejeda; en Canillas se detiene para saludar a Julián Valiente, “medecin et commandant des nacionales de l’endroit”, a quien conoce a través del ‘hidalgo de Velez’ con quien viajó, desde Motril, tras llegar a la costa andaluza; Anthyllis tejedensis Boiss., hará perdurar el topónimo entre los botánicos. En Canillas cambiará de guía; su fiel Antonio, que le había acompañado desde los comienzos de su viaje por Andalucía, volverá a Málaga; en su lugar, Julián Valiente le recomendó al ‘tío Pepe’, “vieillard de soixante-dix ans, vert encore, auquel je fus confié en attendant” (Boissier, 1839-845: 80). Juntos herborizarán por el meridión de Sierra Tejeda, en cuyas alturas vivaquean, con ánimo de estudiar, con detenimiento, la flora de sus ventisqueros y contemplar, con interés etnográfico, el modo de trabajar el esparto; pronto se añadiría a ellos Pedro, también enviado por Julián Valiente. “Quatre journées furent consacrées á l’exploration de ces richesses et se passérent avec une rapidité surprenante. Je faisais plusieurs excursions par jour (…) et revenant chargé de butin vers la hutte ou choza, où mon domestique, ainsi que Pedro et le capataz, étaient en permanence occupés à mettre les plantes en papier ou à les étendre au soleil pour achever leur dessication…” (Boissier, 19391845, 1: 86). El trabajo de este extranjero no pasó desapercibido para los naturales del lugar: “Personne ne voulant croire aux explications toutes simples que je donnais sur le but de mes recherches, mon baromètre surtout intriguait fort ces braves gens (…) Coger pinchos, medir sierras, y por gusto, no puede ser (…) disaientils…” (Boissier, 1839-1845, 1: 86). El 25 de junio da por terminadas sus herborizaciones en Sierra Tejeda y desciende a las partes septentrionales; acompañado de 11 Pedro, su nuevo escudero, llega a Alhama, donde pernoctan; allí le sorprende una tuna universitaria; “C’était une troupe de ces étudiants qui, pendant les vacances, parcourent l’Espagne en chantant des coplitas et en s’accompagnant de divers instruments (…) la plupart pour gagner quelque argent et pouvoir passer leurs examens…” (Boissier, 1839-1845. 89). Al día siguiente reemprenden su camino hacia la ciudad de Granada que alcanzan en tres jornadas, tras descansar en Ventas de Huelma [Guelma] y en La Malahá [La Mala]. En Granada se alojará en la ‘Fonda del Comercio’, la misma en la que residió Washington Irving (1783-1859) en su primera visita a la ciudad, en mayo de 1828, o Théophile Gautier (1811-1872) en su viaje de 1840 (Gautier, 1845) y, como para todos ellos, “Ma première visite fut pour l’Alhambra (…) tout y respire encore les habitudes orientales et cette vie en plein air; les eaux, les bassins aux bords ornés de fleurs, les parterres s’y associent aux merveilles de l’architecture (…) Les journées se passaient bien vite dans cette contrée fraiche et délicieuse au milieu des ces lieux si plein de souvenirs…” (Boissier, 1839-1845, 1: 92-98), pero Sierra Nevada espera al viajero. En la mañana del 2 de julio, Edmond Boissier, acompañado por su guía Pedro y su criado, David Ravey, inician su primera expedición a Sierra Nevada; sin duda en un buen momento pues, en julio, la flora de la parte alta de la Sierra luce sus mejores galas; salen de Granada por el cauce del Genil [Xenil], atraviesan Pinos Genil y Güéjar Sierra, donde pernoctan en casa de un vendedor de vinos; hacia el medio día se internan en el valle del Monachil, duermen en el ‘Cortijo de la Víbora’ y, al siguiente día, ascienden hasta el ‘Cortijo de San Gerónimo’, un antiguo convento de la Orden Jerónima, en el que se instalan, “L’obligeance des habitants de la ferme et sa position centrale me décidérent à y établir pour quelque temps, mon quartiergénéral” (Boissier, 1839-1845, 1: 103); en sus 12 proximidades herborizará Genista ramosissima Boiss., Centaurea granatensis Boiss., Paeonia coriacea Boiss. y Teucrium webbianum Boiss., entre otras novedades (Burdet et als., 1982a; 1982b); desde este centro neurálgico realizan cortas excursiones a los valles de Monachil y Dílar, barranco de Benalcázar, El Dornajo y, por supuesto, al picacho del Veleta, al que ascienden, el 12 de julio, tras instalar un campamento base en el ‘Prado de las Yeguas’; en una excursión de tres días recorrerán el Corral del Veleta, al que reconocerá su carácter glacial, bajará por el barranco del Guarnón [Gualnon], entre bosques de melojos; retornarán por el barranco de San Juan y alcanzarán los Peñones de San Francisco, desde donde bajarán al campamento establecido en el ‘Prado de las Yeguas’ y, desde allí, retornarán a Granada. El viaje por la Sierra no estaba exento de peligros, más en las condiciones en que Edmond Boissier y sus compañeros lo afrontaban; pero el ginebrino es consciente del poder de un salvoconducto, y lo porta: “C’est alors qu’une circulaire du capitaine-général de Grenade dont j’étais muni, fit merveilles…” (Boissier, 1834-1845, 1: 132). En su viaje, Boissier se reconoce deudor de las descripciones previas que, sobre las plantas de Sierra Nevada, realizaran Mariano La Gasca y José Demetrio Rodríguez, sobre los materiales de Johann Wilhelm Thalacker (La Gasca & Rodríguez, 1802) y Jean-Baptiste Bory de Saint-Vincent, durante la presencia francesa en nuestro suelo (Bory, 1820); “…j’en connaissais déjà plusieurs par les descriptions de Lagasca et de Bory de St-Vicent, et je les saluais comme de vieilles amies” (Boissier, 1839-1845, 1: 109). El 23 de julio Edmond Boissier y sus compañeros parten de Granada en su segunda excursión a Sierra Nevada; se dirigen al Mulhacén; su camino es el habitual para adentrarse en las Alpujarras: atravesando Güéjar Sierra, la dehesa de la Hoya y la loma de Maitena, llegan al puerto de Vacares, donde A. González Bueno descansan en un marco natural que define como ‘sauvage et sublime’; al siguiente día, desde la parte oriental del barranco de Poqueira, emprenden camino hacia la cumbre del Mulhacén, que alcanzan, y cuya altitud coteja con los datos proporcionados por Simón de Rojas Clemente; en su descenso pasan la noche en un cabaña construida ‘a la alpujarreña’, sita en la ‘Hoya del Muerto’, donde reciben el agasajo de ocho pastores formalizado en unas ‘migas’. Al día siguiente realizan una corta excursión hasta el puerto de Vacares, herborizan en Gualchos y continúan viaje hacia Trevélez, allí se hospedan, ante la falta de pensión, en una casa particular; el mal tiempo les hace detenerse en la localidad, “Il plut tellement le jour suivant qu’il ne fut pas question de partir…” (Boissier, 1839-1845, 1: 132); la dura climatología le hará abandonar otros proyectos y emprenderán el camino de descenso tradicional: desde Berchules [Berchul], alcanzará Cádiar “de bonne heure encore dans la matinée”, y pasará la noche en Ugíjar [Ujijar]. El viaje continúa por Berja para adentrarse en la Sierra de Gádor, “je me procurai une recommandation pour le surveillant d’une des principales exploitations [de plomo], et laisser passer les heures brùlantes de la journée, je partis pour la montagne à quatre heures de l’après-midi…” (Boissier, 1839-1845, 1: 136); un sobre-esfuerzo físico le hace guardar cama, “une indisposition me retint à cet endroit trois jours entiers que je passai d’une manière fort désagréable…” (Boissier, 1839-1845, 1: 138); retornan a Berja en la tarde del 4 de agosto, y emplean el día siguiente en recorrer las proximidades del lugar, continúan viaje hacia la costa, hasta alcanzar Adra, “L’aspect de ce lieu est absolument africain…” (Boissier, 1839-1845, 1: 141). En la mañana del 6 de agosto emprenden una ruta costera hacia La Rábita, desde donde se internan, por Albuñol, hacia la Alpujarra; pasarán la noche en Torbiscon, proseguirán por Orgiva y alcanzarán Lanjarón, allí se hospedan, “je trouvai une posada tenue par un Français, Bicentenario de P. E. Boissier (1810-1885) avec des chambres très-propres et quelques meubles, qui est un luxe presque miraculeux dans ce pays-ci” (Boissier, 1839-1845, 1: 145); su primera intención es regresar a Granada, por el río Lanjarón, para ascender el Cerro del Caballo “mais l’impossibilité de transporter par là les riches récoltes de mon excursion étáit évidente, et j’étais curieux d’ailleurs de longer, en suivant la route ordinaire, le pied occidental de la Sierra Nevada” (Boissier, 1839-1845, 1: 145); empleará casi nueve horas en recorrer el tramo entre Lanjarón y Granada. No nos quedan muchos testimonios de sus relaciones con la sociedad granadina; Konrad-Hermann Christ (1888: III) da cuenta de sus contactos con “M. Pedro del Campo, pharmacien, de qui dès lors il reçut, à plusieurs reprises, des envios considérables de plantes…”; en efecto, Pedro del Campo Pérez (1800-1880) se hallaba establecido en Granada desde 1825 (González Bueno, 1987) y de sus relaciones con el ginebrino queda sobraba muestra en el herbario de éste (Burdet et als., 1981-1991). La estancia en Granada, en pleno mes de agosto, resulta demasiado calurosa para Edmond Boissier quien se apresta pronto a iniciar su tercera visita a Sierra Nevada “qui avait pour bout la récolte de graines et de plantes à floraison tardive” (Boissier, 1839-1845, 1: 147); camina ya por lugares conocidos: San Gerónimo, la cuenca del Monachil, el barranco del Guarnón [Gualnon], Corral del Veleta, laguna de San Juan, etc.; en este viaje fijará su centro de trabajo en la ‘Cueva de Panderón’, en el contrafuerte del Picacho del Veleta “j’allai m’y établir pendant une quinzaine de jours pour étre à proximité des points culminants et faire des excursions dans tous les sens” (Boissier, 1839-1845, 1: 147); tal ‘hospedaje’ es posible gracias a la hospitalidad dispensada por dos neveros que acaban convirtiéndose en sus hospederos. La más larga de sus excursiones, la única de la que poseemos testimonio, se desarrolló entre el Mulhacén y Vacares. El día 2 de septiembre da por terminada sus 13 herborizaciones en Sierra Nevada y desciende, por el valle del Dílar, hasta la vega de Granada; hará noche en el ‘Cortijo de Rosales’ y, en La Zubia [Subia], dudará entre regresar a Málaga por un camino diferente, visitando Loja, o retornar por Sierra Tejeda y recoger semillas en los lugares ya visitados; el cariz botánico primó sobre el viajero y la ‘fort pittoresque’ Loja hubo de esperar a mejor ocasión. Alcanzan la Sierra Tejeda desde Alhama, población a la que llega desde Granada; “nous ne trouvàmes personne au sommet, et il fallut passer la nuit dans la hutte d’épines qu’on connaít déjà (…) afin qu’on ne volàt pas notre mulet et notre bagage” (Boissier, 1839-1845, 1: 154); descienden por Canillas y Vélez, con dirección a Málaga; “Le 14 septembre je rentrais á Malaga après deux mois et demi d’absence” (Boissier 1839-1845, 1: 155). Acompañado por Félix Haenseler y Pablo Prolongo, una mañana de finales de septiembre, prácticamente ultimada ya su estancia andaluza, inicia una expedición a la Sierra de las Nieves para estudiar sus pinsapos, “ce fameux pin des montagnes de Estepona sur lequel je n’avais encore que des connaissances bien imparfaites” (Boissier, 1839-1845, 1: 155); el clima acompaña, y la naturaleza comienza a despertar de su letargo estival; pasan la noche en Yunquera “Logés là chez un des principaux habitants, ami de M. Prolongo, nous y passàmes trois jours d’une manière fort agréable…” (Boissier, 1839-1845, 1: 157). El pinsapar sorprende por su cortejo florístico, “Mes compagnos, M. Prolongo surtout, qui n’avait encore herborisé que dans la plaine, s’étonnaient de la richesse de cette flore…” (Boissier, 1839-1845, 1: 158); la fenología de la planta sería propicia y Edmond Boissier logra su anhelo: “Le principal but de mon excursion était atteint, et je m’acheminai vers le sommet de la montagne avec un nouveau courage (…) Je récoltai là une grande quantité de cònes déjà parvenus á leur grosseur (…) et de retour en Suisse, de nombreuses graines m’ont fourni le 14 moyen de répandre cet arbre qui supportera, j’espère, les hivers de l’Europe moyenne…” (Boissier, 1839-1845, 1: 158-159). La novedad botánica interesó vivamente al ginebrino, quien la comunicó, a poco de su vuelta a Suiza, el 15 de febrero de 1838, a los miembros de la Société de Physique de Genève (Boissier, 1838a); su premonición de la distribución geográfica del taxon fue un acierto: “…cet arbre n’a encore été trouvé que dans la partie la plus méridionale de l’Andalousie (…) Il me parait probable, en revanche, qu’on le retrouvera sur les montagnes de la côte d’Afrique…” (Boissier, 1838a: 405406). Las semillas se distribuyeron no sólo por los jardines de Ginebra, sino por otros franceses donde aún quedan testigos vivos de esta expedición a la Sierra de las Nieves (Barbey, 1937). Pasaron aquella noche bajo la protección del pinsapar, cuyos pies, cubiertos de Usnea L., recuerdan a Boissier el ambiente de los montes del Jura; a la mañana siguiente emprenden camino hacia Pilar de Tolox, descienden a Tolox y visitan el Tajo de La Caína, donde, de acuerdo con las informaciones que Clemente transmitiera a Haenseler, esperaban encontrar una flora poco conocida; el lugar no colmó sus expectativas; “fatigués et altérés de soif” deciden pasar la noche en las cercanías de Yunquera y emprender, al día siguiente, el regreso a Málaga, atravesando Monda y Cártama. En Málaga se ocupa de estudiar las colecciones de Haenseler, “il m’aidait de ses souvenirs, que j’ai pu rendre mon catalogue moins imparfait (…) les plantes qu’avait aussi récoltées (…) M. Prolongo, furent aussi précieuses pour mon travail…” (Boissier, 1839-1845, 1: 162). Deseoso de recorrer el resto del país, “alors en combustion”, envía sus materiales, junto a su colaborador David Ravey, de vuelta a Ginebra, a través de Marsella. Ligero de equipaje, en la tarde del 8 de octubre toma un vapor inglés con destino a Gibraltar, donde llega a primera hora de la A. González Bueno mañana; una continua lluvia le impide recoger las semillas que tenía previstas; esa misma tarde vuelve a embarcar, continúa viaje hasta Cádiz, “toute blanche du sein de l’Ocean (…) la première ville maritime de l’Espagne” (Boissier, 1839-1845, 1: 163), visita la Isla de León, pero apenas se detiene a estudiar la vegetación “la saison peu favorable et le peu de temps dont je disposais ne me permirent pas d’étudier…” (Boissiser, 1839-1845, 1: 164); no obstante, sí señala el carácter lusitano de la flora que contempla y el alto número de plantas tropicales naturalizadas, entre ellas el drago del Real Colegio de Cirugía, que admira. En apenas medio día se traslada, en barco por el Guadalquivir, hasta Sevilla, visita su Catedral, disfruta con sus Murillos, se recrea con la Giralda y el Alcázar y admira la inmensidad de la Real Fábrica de Tabacos. En el ‘correo’ de la tarde se desplaza hasta Córdoba, tras pasar una dura noche de viaje llega a la ciudad califal a hora vespertina; la visita a la Mezquita justifica la parada, pero hubo algo más, “une excursion que je fis sur les premières collines de la Sierra Morena, sera toujours pour moi un des plus agreábles souvenirs de mon voyage…” (Boissier, 1839-1845, 1: 169). De nuevo en un ‘correo’ reemprende viaje hacia Madrid; le atrae la vegetación de Bailén, reposa en Guarromán, le sorprende favorablemente las construcciones de La Carolina y, ante la vista de Despeñaperros, exclama “Malgré l’apparence uniforme de la végétation de cette chaine, je suis sùr que bien explorée, surtout dans ses parties les plus abruptes, elle offrirait au botaniste une riche moisson…” (Boisier, 1839-1845, 1: 171). La Mancha le recibe en Viso del Marqués [Visillo], con el cuerpo de un fusilado expuesto en lugar público y un plato de perdices; continúa camino por Santa Cruz de Mudela y Valdepeñas, rodeado de sus renombrados viñedos; Villarta de San Juan [Villaharta], donde les abandona la escolta militar que les acompañaba desde Córdoba; Puerto Lápice Bicentenario de P. E. Boissier (1810-1885) [Puerto-Lapiche] y Madridejos, tierras del Quijote que, como buen lector, rememora con gusto literario, pese al temor que le produce el posible ataque de carlistas o bandidos; Tembleque; La Guardia, cuyas bancos yesíferos -y su particular flora- no escapan a su sagaz ojo de botánico; Ocaña, donde reposa por una hora, lo que le permite ocuparse de su aseo personal; Aranjuez, atravesada por el Tajo “qui ne me paraissent pas mériter, ici du moins, les éloges des poëtes” (Boissier, 1839-1845, 1: 175) y, finalmente, Madrid, “Nous y arrivàmes enfin à dix heures du soir au milieu d’une foule de curieux qui, à cause de nos retards, croyaient déjà la correspondance que nous apportions, entre les mains des factieux” (Boissier, 18391845, 1: 175). La peripecia viajera debió de calar hondo en el ginebrino, Konrad-Hermann Christ recuerda sus conversaciones medio siglo después: “… ce voyage fut pénible et périlleux, car la guerre sévissait plus ou moins ouvertement mais à l’état permanent dans cette région où les carlistes et les christinos se succedaient sur les routes et se disputaient le terrain…” (Christ, 1888: III-IV) En Madrid apenas permanecerá ocho días; durante este tiempo contactó con un, ya anciano, Mariano La Gasca (1776-1839), “Plein de zèle pour son étude favorite, son imagination caressait encore de nombreux projets (…) mais ses forces, la vieillesse et surtout l’exil et les malheurs l’avaient déjà beaucoup affaibli” (Boissier, 1839-1845, 1: 176), quien le recibió como discípulo de De Candolle y le acompañó en su visita al Jardín Botánico, donde Boissier contempló, “avec un inmense intérét”, el herbario de Cavanilles, “il est dans un petit format et assez en désordré (…) mais on ne peut pas toujours se fier à l’autenticité des échantillons…” (Boissier, 1839-1845, 1: 177); no tuvo acceso a las colecciones de José Pavón (1754-1840), ni a las recolectadas en América y Filipinas por Thaddäus Haenke (1761-1817), ni a las colecciones de Louis Née (1734-post. 1803), “sous prétexte de clefs égarées, on 15 ne put me montrer le contenu…” (Boissier, 1839-1845, 1: 177). Pero, sin duda, lo que más debió decepcionarle fue no poder consultar los materiales andaluces colectados por Simón de Rojas Clemente, “je regrettai infiniment de ne pouvoir parcourir une collection tenue aussi sous clef et formée par Clemente dans la partie orientale du royaume de Grenade” (Boissier, 1839-1845, 1: 177). Sí contempló las bellezas iconográficas reunidas por José Celestino Mutis (1732-1808) y los manuscritos y dibujos inéditos de la Flora peruviana de Hipólito Ruiz (1754-1816) y José Pavón (1754-1840) “Que de trésors qui dorment et se détériorent!” (Boissier, 1839-1845, 1: 177). En Madrid trabó contacto con el sevillano José Demetrio Rodríguez (ca. 1780-1846), quien enriqueció el herbario del ginebrino con sus recolecciones castellanas; y con los jóvenes Miguel Colmeiro (1816-1901) y Eduardo Carreño (1819-1842); el primero habría de participar, apenas unos años después, en el verano de 1841, en la transacción que permitiría que el grueso del herbario privado de José Pavón, especialmente rico en materiales hispanos, fuera adquirido con destino a las colecciones Boissier (Sánchez-Mata et als., 1994); el segundo le aportó un buen número de plantas castellanas y se ocupó de la revisión de los topónimos y fitónimos recogidos por Boissier, “c’est à ses soins que je dois la correction des noms de localités et celle des noms vulgaires…” (Boisier, 1839-1845, 1: VII). Y aún tuvo tiempo para visitar otros establecimientos científicos madrileños: del Museo de Ciencias Naturales, y de las Escuelas de Medicina y Farmacia hace especial referencia en sus escritos. Los carlistas sólo le dejaron paso abierto hacia Francia a través de Zaragoza, “toutes les autres étaient interceptées (…) et je me hátai de quitter Madrid, afin de me pas trouver les sentiers des Pyrénées trop encombrés de neiges” (Boissier 1839-1845, 1: 178); abandonó Madrid hacia la mitad de noviembre; la diligencia en la que viajó partió hacia las dos de la tarde, 16 el camino que atraviesa es bien conocido: las tierras de Guadalajara, Medinaceli y Calatayud franquean su viaje hasta llegar a Zaragoza; de allí tomará la ruta hacia Ayerbe, pasará por Jaca, desde donde remontará el valle de Cafranc hasta llegar a Pau, “Sept jours aprés mon départ de Madrid” (Boissier, 1839-1845, 1: 180); la vía de Tolouse a Montpellier le acerca a Suiza, donde da fin a su viaje “pénétré de reconnaissance envers le Tout-Puissant qui m’avait si visiblement protégé pendant tout le cours de ce voyage” (Boissier, 1839-1845, 1: 180). Una flora -y una geografía botánica- de Andalucía Pierre-Edmond Boissier pasó los últimos días de 1837, y los primeros meses de 1838, estudiando sus herborizaciones hispanas: “comprenant près de 1800 espèces, en plus de 100.000 echantillons” (Boissier, 1839-1845, 1: II); de entre todas, una llamó poderosamente su atención, a ella le dedicó su intervención, el 15 de febrero de 1838, en la Société de Physique de Genève, “Notice sur l’Abies pinsapo” (Boissier, 1838a), en la que ya avanza su proyecto editorial: “Les details qui précèdent sont extraits d’un travail assez étendu que je prépare sur mon voyage, et que je compte faire suivre de quelques observations sur la géographie botanique du pays, ainsi que d’un catalogue qui, comprenant toutes les espèces que j’ai trouvées moi-même ou vues dans les herbiers, pourra jusqu’à un certain point tenir lieu d’une Flore et servir de base aux travaux subséquents…” (Boissier, 1838a: 406); para completar la nota, incluye dieciocho nuevos táxones, con sus descripciones, entre los que figura Abies pinsapo Boiss. Es un avance de su Elenchus plantarum novarum… (Boissier, 1838b), presentado, en el prefacio firmado en Ginebra, en junio de 1838, como “…prodromus est extensioris operis in quo catalogum dabo omnium stirpium A. González Bueno quas ipse vide aut in herbariis observavi…” (Boissier, 1838b: III) y en el que tienen cabida hasta un total de 200 táxones de especial interés, la mayor parte de ellos novedades para la Ciencia. Apenas unos meses antes, su maestro, Augustin-Pyramus De Candolle, había incluido, en la “Pars septima: sectio prior Sistens Compositarum tribus ultimas et ordinis Mantissam” de su Prodromus Systematis Naturalis Regni Vegetabilis…, algunas de las Compuestas andaluzas recolectados por Edmond Boissier (De Candolle, 1838), entre ellas el género Haenselera Boiss. y no pocos táxones específicos (Burdet et als., 1982a). Algunas recolecciones, especialemnte abundantes, fueron distribuidas, ‘in schedulis’, bajo la cabecera impresa de “Herb. Boissier” (Carrasco & Perea, 2006); lamentablemente no fueron numeradas. Simultáneamente a los trabajos de identificación y descripción desarrollados por Boissier, el pintor Jean-Christophe Kumpfer, alias Heyland (1792-1866), trabaja en los diseños de las láminas botánicas que habrían de ilustrar la gran obra que Boisssier preparaba sobre su viaje andaluz. A este artista ginebrino, establecido en París, corresponden la práctica totalidad de los dibujos publicados, pero no todos, un par de icones (4.a y 85.a) fueron realizados por Alfred Riocreux (1820-1912) ‘A. Riocreux pinx.’-, pintor botánico, al servicio del Muséum National d’Histoire Naturelle parisino, formado en la minuciosidad de su arte de la mano de su padre, Denis-Désiré Riocreux (1791-1872) y de Pierre-Joseph Redouté (17591840) (Sampson, 1985: 58; Harduin-Fugier & Grafe, 1989: 342), ambos se corresponden con los momentos últimos de la edición de la obra; de acuerdo con las anotaciones realizadas en el ejemplar que fuera propiedad de JacquesÉtienne Gay (1786-1864), estas láminas fueron distribuidas en noviembre de 1845 (Baum, 1968); un tercero, el icón 38, lleva la firma del propio impresor -‘Borromée del. et Bicentenario de P. E. Boissier (1810-1885) dir..’-, activo en París, al servicio del Muséum National d’Histoire Naturelle, entre 1828-1850 (Harduin-Fugier & Grafe, 1989: 105). Algunos de los ejemplares puestos a la venta fueron cuidadosamente coloreados; de acuerdo con las anotaciones de Claus Nissen (1966: 18-19) se ocuparon de ello Heyland y Borromée. El 17 de junio de 1839 sale, de los talleres parisinos de Gide et Cie., el primero de los 22 fascículos con que habría de contar el Voyage botanique dans le midi de l’Espagne pendant l’année 1837… (Boissier, 1839-1845), el ritmo de publicación es relativamente lento, en parte debido a las dificultades que supone el amplio trabajo iconográfico con que se dota a la obra; el fascículo 20 se distribuye a comienzos de marzo de 1842 (Baum, 1968; Burdet et als., 1982b), todo hacía esperar que, para finales de éste 1842, la obra estuviera completa; no fue así, otras ocupaciones atrajeron la atención del ginebrino: en junio de 1840 contrae matrimonio con Lucile Butini y cambia de residencia (Burdet, 1979); en 1842 emprende viaje a Grecia y Asia menor (Mermoud, 1980); la impresión de su Voyage… habría de esperar; en los comienzos de 1844, retornará a su trabajo sobre la Andalucía, “C’est en 1844 seulement que j’ai achevé la partie géographico-botanique de l’ouvrage et les Additions et Corrections qui terminent la partie descriptive” (Boissier, 1839-1845, 1: III); el 1 de noviembre de 1845 sale de imprenta el último pliego. A lo largo de estos seis años, los que median entre junio de 1839 y noviembre de 1845, Edmond Boissier publicó algunas descripciones de sus plantas andaluzas en el avance florístico que, en colaboración con Georges-François Reuter, realizó sobre la flora del centro de la Península Ibérica (Boissier & Reuter, 1842); otras vieron la luz entre las primeras páginas de su Diagnoses plantarum orientalium novarum… (Boissier, 1842-1854 [1843-1859]) y aún entre las descripciomnes sobre las plantas mediterráneas remitidas por Pierre Martin Rémi Aucher-Éloy (1792-1838) 17 (Boissier, 1844); “Avec un peu de cynisme, dès 1843, Boissier se met à cumuler les nouveautés espagnoles que lui passent sous les yeux sur ses autres publications…” (Burdet et als., 1982b: 431). Pierre Boissier disponía de los materiales para ello: en Ginebra, próximo a su domicilio, se encontraba un magnífico herbario de plantas mediterráneas: las ricas colecciones que su mentor, Augustin-Pyrame De Candolle (17781841), había ido recopilando, con pliegos de Mariano La Gasca (1776-1839), Jean-Marie Léon Dufour (1780-1865) o Félix de Avellar Brotero (1744-1828), remitidos por los propios autores, cuyas descripciones pudo contrastar; sus frecuentes viajes a París le permitieron estudiar las colecciones de Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708), Antoine de Jussieu (1686-1758) o René Louiche Desfontaines (1750-1833) conservadas en el ‘Jardin des Plantes’. Mantuvo fructíferos contactos con sus rodrigones malagueños, Félix Haenseler y, en especial, Pablo Prolongo (Burdet et als., 1981-1991); probablemente a su través supo de los trabajos del canónigo José Jesús Muñoz Capilla (1771-1840), quien le remitió algunos pliegos desde Córdoba, y de un “D. López á Malaga”, sin duda el mismo “Canon. Lopez” que herborizó, en el Desierto de las Nieves, en las cercanías de Yunquera, los materiales que permitieron a Boissier describir su Senecio lopezii Boiss., y a quien creemos identificar como Salvador López Ramos (fl. 1830-1878), canónigo de la Catedral malagueña y antiguo estudiante de Ciencias en la Universidad de Montpellier (Cuevas, 2002: 502). Y no escatimó las consultas con sus colegas europeos: él mismo señala la continua ayuda prestada por Georges-François Reuter, conservador de sus colecciones ginebrinas; Joseph Decaisne (1807-1882), su bastión en el herbario del Muséum d’Histoire Naturelle de París, quien cargó con la revisión de los dibujos que habrían de ilustrar el Voyage…; 18 Jacques-Étienne Gay (1786-1864), quien puso a su disposición las plantas andaluzas herborizadas por Philipp Salzmann (17811851); Philip-Barker Webb (1793-1854), quien, con suma liberalidad, le permitió el acceso a sus colecciones; y, por supuesto, Augustin-Pyrame De Candolle (1778-1841), referencia obligada, no sólo por sus conocimientos, sino por sus ricos herbario y biblioteca, cuya consulta resulta -aún hoy- imprescindible. Edmond Boissier mantiene un concepto no evolucionista de la especie; sus intereses son los de un florista, más preocupado por la descripción del taxon -y su relación con el medio- que por las afinidades entre las diferentes entidades de un mismo grupo; en el prefacio de su Flora orientalis… se mostrará taxativo: “N’acceptant, pour ma part, à aucun degré l’hypothèse Darwinienne, qui est en désaccord avec l’essence intime des êtres organisés et avec la resistance que nous les voyons opposer aux agents extérieurs, je regarde les espèces, non comme des conceptions arbitraires de l’esprit humain, mais comme des créations sorties á des époques diverses de la puissante main de Dieu, ne pouvant se transmuter l’une en l’autre, mais souvent variables dans des limites plus ou moins étendus, quelquefois difficiles à tracer mais qui toujours existent et qu’elles ne dépassent jamais...” (Boissier, 1867-1888, 1: XXXI. 1867). No obstante la ‘historia’ de cada planta, sus características morfológicas y su distribución, sí forman parte de los intereses boissierianos; y ello es especialmente manifiesto en el Voyage botanique… donde 956 de los 1.900 táxones enumerados incluyen aclaraciones de valor taxonómico, bien diferenciadas por su propia disposición tipográfica; como certeramente señalara Bénédict-Pierre Hochreutiner, “A part les espèces et les variétés, il ne s´est guère occupé des limites des groupes systématiques. En d’autres termes, il a préféré la floristique à la taxonomie. Le système général des plantes n’a jamais été au premier plan de ses A. González Bueno préoccupations…” (Hochreutiner, 1937: 14). Pero el Voyage botanique… no es sólo una magnífica obra florística, también es un novedoso texto de geografía botánica; la estructura de esta parte geográfica es claramente distinta de la narración del viaje -aun cuando en aquélla también se encuentren datos de utilidad biogeográfica-; mientras la espontaneidad del discurso prima en la narración, en ésta se confecciona un texto medido, preciso, concebido como literatura científica y no como un libro de viajes. Edmond Boissier recoge, de manera sistemática, observaciones barométricas y termométricas y solicita de sus corresponsales datos con los que complementarlas, “Dans le manque complet où nous sommes d’observations thermométriques pour le midi de l’Espagne (…) extraites du Boletin oficial de Málaga, calculées par mon ami M. Haenseler, et qui comprennent les années 1837, 1838 et une partie de 1836 et 1839, pourront, malgré leur imperfection, offrir quelque intérèt…” (Boissier, 18391845, 1: 187); pretende, con ello, caracterizar bioclimáticamente las zonas de vegetación observadas en Andalucía. Estos datos sobre geografía botánica, en los que el espíritu sistemático con el que Boissier afronta toda su obra se hacen especialmente presentes (Chodat, 1937), le conducen a precisar sus observaciones fenológicas -lo que constituye una novedad en el panorama científico- y a interconectar la estructura geobotánica diseñada con la descripción de los cultivos que se practican -o pueden practicarse-. El capítulo de su ‘Géographie botanique’ se cierra con algunas consideraciones sobre la diversidad vegetal del territorio, tendente a vislumbrar el grado de ‘endemicidad’ de la flora, un carácter al que el ginebrino confiere gran importancia. Consciente de las relaciones entre suelo y vegetación, la geomorfología cobra en su obra una gran relevancia; su análisis del Corral del Veleta como estructura glaciar; o la propia Bicentenario de P. E. Boissier (1810-1885) definición de una subsección de su ‘Région nivale’, en la que dará cabida a las “Moraines du glacier de Veleta, formées d’un sable schisteux fin et arrosé par la fonte des glaces” (Boissier, 1839-1845, 1: 225), tienen particular significado en la valoración de la pequeña Edad del Hielo en Sierra Nevada (Gómez Ortiz, 2006). Edmond Boissier no fue el primero en estudiar la distribución altitudinal de la vegetación, y él así lo reconoce; sus referencias a los trabajos de Simón de Rojas Clemente son constantes: “Les plus dignes de foi sont quelques observations trigonométriques et barométriques faites par don Simon de Rojas Clemente pendant un séjour de deux annes, au commencement de ce siècle, dans le royaume de Grenade, dont le gouvernement espagnol l’avait chargé d’étudier l’histoire naturelle, voyage dont n’a malheureusement jamais connu les résultats…” (Boissier, 1839-1845, 1: 238); menor interés le producen los datos aportados por Jean-Baptiste Bory de Saint-Vicent (17781846) o Isidoro de Antillón (1778-1814), “Elles méritent en général moins de confiance…”. No parece que Edmond Boissier tuviera acceso a los manuscritos de Simón de Rojas Clemente que compusieron su Historia Natural del Reino de Granada… (Clemente, 2002); los datos interpolados en el Voyage botanique…. proceden de unos “Paseos de Granada” de los que no conocemos otra referencia, y de unas citas indirectas, “Clemente cité par Brugière”, probable alusión a la Orographie de l’Europe... de Louis Bruguière (Bruguière, 1830); es seguro que, además de estos datos, dispuso de la información trasmitida por Félix Haenseler, compañero del botánico de Titaguas durante parte de su viaje por tierras andaluzas. El Voyage botanique… de Boissier fue certeramente definido por Konrad-Hermann Christ: “Cet ouvrage, de premier ordre peutêtre la plus belle Flore d’un pays qui ait jamais paru (…) Ce récit vivant, rempli d’intérêt, est celui, non seulement d’un naturaliste, mais d’un homme à vues très larges à jugement 19 mûr, qui nous donne l’aperçu le plus curieux des moeurs et de l’état social et politique du pays, et appuie ses appréciations de traits locaux innombrables du plus haut intérêt. Ce qui frappe surtout dans cette narration, c'est un mélange de simplicité naïve et de pénétration extraordinaire, et surtout une bonté, une modération de jugement poussée presque trop loin. On sent en lui une fraternelle sympathie, une condescendance qui s’ignore elle-même, á l’égard de ces populations du midi de l’Espagne si revëches et de la part desquelles l’étranger était exposé à tant d’avanies, voire de périls. Mais ces populations étaient malheureuses. Il n’en fallait pas plus pour que Boissier les aimât (…) On peut dire de l’Espagne et de sa flore qu’elles furent les premières amours de Boissier, auxquelles toute sa vie il demeura fidèle…” (Christ, 1888: IV-VI). La obra de Edmond Boissier tuvo una profunda aceptación entre los, pocos, estudiosos españoles dedicados al estudio de las plantas; desde su publicación fue -y sigue siendoreferencia obligada en los trabajos que se ocupan de la flora andaluza; quizás una de sus primeras referencias corresponde a la que, en 1852, realizara Vicente Martínez Montes quien, en su Topografía médica de la ciudad de Málaga…, ofrece una primera traducción del texto boissieriano, en lo que concierne a Málaga (Martínez, 1852: 65-71), con una justificación, que podemos hacer nuestra: “bien pudiéramos hacerlo por nosotros mismos, preferimos dejar hablar al Sr. Boissier, que en su calidad de extranjero estará á salvo de la nota de exagerado….” (Martínez, 1852: 65). 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